Contaminación antrópica de aguas subterráneas

A medida que se industrializa un país y crece su desarrollo económico, aumenta no sólo la demanda de agua, también el grado de contaminación que se produce en la misma.

La recuperación de las aguas de ríos, lagos y subterráneas cuando han sido contaminadas, es muy difícil y económicamente muy costosa, especialmente en los acuíferos; por ello una vez contaminadas se reduce de forma drástica la cantidad de agua disponible para el consumo. Por ello es tan importante centrarse muchas veces en medidas preventivas para impedir que eso ocurra.

El agua cubre aproximadamente el 71% de la superficie del planeta, de ella sólo una pequeña fracción es agua dulce, menos del 3%, de ese pequeño porcentaje sólo el 0,003% es agua dulce fácilmente disponible para el ser humano como humedad del suelo, aguas subterráneas utilizables, vapor de agua y lagos o ríos. Las aguas subterráneas representan una fracción importante de la masa de agua presente en cada momento en los continentes, con un volumen mucho más importante que la masa de agua retenida en lagos o circulante, y aunque menor al de los mayores glaciares, las masas más extensas pueden alcanzar millones de kilómetros (como el acuífero guaraní).[1]

Aunque cada ser humano necesita únicamente 2 litros al día para sobrevivir se necesitan enormes cantidades de agua para suministrarnos alimento, refugio y el resto de nuestras necesidades personales.

El agua es el elemento principal y esencial de cualquier ecosistema ya que el correcto desarrollo de la vida en el planeta está íntimamente relacionado con él, a pesar de esto el agua es uno de los recursos peor gestionados: la despilfarramos y contaminamos.

En países en los que debido a sus características climáticas tienen escasez de agua, la contaminación y sobreexplotación de las aguas pueden hipotecar el futuro de todos sus habitantes, por ello es de vital importancia que su administración proteja la calidad de sus reservas y garantice los suministros, dando prioridad al agua para consumo humano.

El agua se caracteriza por tener unas propiedades especiales que permiten la vida en el planeta.

Las más destacadas son:

Elevadas fuerzas de adhesión: interacción entre las moléculas del agua con superficies adyacentes.

Elevadas fuerzas de cohesión: fuerza de atracción entre las moléculas del agua.

Elevado calor específico.

Elevado poder disolvente.

Elevadas temperaturas de fusión y ebullición.

Paradójicamente, estas cualidades que la hacen tan preciada la hacen a la vez vulnerable, ya que gracias a algunas de sus propiedades es muy fácil que ciertos contaminantes se disuelvan en ella o queden fuertemente unidos, lo que dificulta la labor de tratamiento del agua contaminada.

Esto es lo que ocurre particularmente con las aguas subterráneas, aunque es cierto que debido a su emplazamiento no es tan fácil contaminarlas, una vez contaminadas es muy difícil tratarlas.

El agua dulce disponible continuamente se recoge, purifica, recicla y distribuye gracias al ciclo hidrológico impulsado por la energía solar, pero a mediada que lo sobrecargamos con residuos no degradables o de lenta degradación, y retiramos más rápidamente los suministros de aguas subterráneas de lo que tardan en rellenarse, el ciclo se ve interferido, convirtiéndose entonces en un recurso no renovable.

Las aguas subterráneas son la parte de las precipitaciones que no han sido de nuevo evaporadas, que se infiltran en la tierra y se filtran hacia dentro a través de los huecos del suelo y de las rocas.

Dichos poros no tienen mucha relevancia en superficie, pero a cierta profundidad están totalmente saturados de agua.

Las capas porosas saturadas de agua a través de las cuales fluye el agua se denominan acuíferos, estos se pueden recargar de forma natural cuando las precipitaciones se filtran a través del suelo y son una reserva importante de agua dulce.

Las aguas subterráneas se trasladan desde puntos de alta presión y elevación a otros de más baja presión y menor altura, cuyo movimiento es bastante lento, del orden de 1 metro por año, y rara vez de más de 30 centímetros al día, por lo que no es difícil conducir, debido a una mala gestión, a la sobreexplotación de los mismos.

La contaminación del agua es un cambio en la calidad, de tipo químico, biológico o físico, que tiene un efecto perjudicial sobre los organismos vivos o hace que el agua sea inadecuada para los usos deseados.

El agua se llega a contaminar por el vertido de aguas corrompidas de líquidos contaminantes o por el arrastre, por el agua de lluvia y riego, de sustancias tóxicas contenidas en basuras y escorias industriales enterradas. También la sobreexplotación en zonas costeras de las aguas subterráneas ha provocado la entrada de agua de mar en los pozos y su consiguiente salinización.

Existen dos tipos de fuentes de contaminación del agua: puntuales, que descargan contaminantes en localizaciones específicas a través de tuberías, acequias o desagües sobre capas de la superficie del agua; y no puntuales, no se asocian a ningún vertido en concreto, y suelen ser grandes zonas de terreno o capas aéreas que contaminan el agua por escorrentía, por curso subterráneo o por sedimentación desde la atmósfera, tales como filtrados en los terrenos desde los cultivos o corrales de ganado.

Estas últimas, en concreto son las que más nos interesan, al ser tan difusas son muy difíciles y costosas de identificar y controlar.

Fuentes no puntuales:

La doméstica, la producida en el agua de abastecimiento urbano tras su uso y recogida en la red de alcantarillado.

La agrícola y ganadera, debido al uso de fertilizantes, pesticidas y excrementos de animales. Los pesticidas son altamente tóxicos incluso a bajas dosis, por lo que numerosos acuíferos son ya inservibles para suministrar agua de bebida. También los excrementos de los animales de granja tienen un alto poder contaminante, que hace inservible las aguas y muy costoso su tratamiento.[2]

La industrial, muy variada y peligrosa, especialmente en las industrias química, metalúrgica, minera, de curtidos de pieles y de fabricación de papel, así como en las centrales de energía de carbón.

La escasez de agua disminuye la filtración de la misma en el terreno, lo que disminuye la disponibilidad de aguas subterráneas y por tanto de agua dulce. El agua es un recurso escaso en muchos países del Oriente próximo, por lo que podría dar lugar a una futura guerra en países como Etiopía, Sudán, Egipto, Jordania, Israel o Siria.[3]

La escasez de agua es debida principalmente a cuatro factores:

El clima seco.

La sequía: período de tiempo con bajas precipitaciones y elevada evaporación.

El estrés del agua: por el aumento de la población.

La desecación: debido a actividades antrópicas.

En zonas donde se producen prolongadas inundaciones los suelos se encuentran anegados y se producen una lixiviación de los nutrientes del suelo, lo que acaba contaminando los acuíferos, sobre todo cuando se trata de una zona agrícola en la que se emplean pesticidas o herbicidas.

La solución de extraer agua subterránea para terminar con la escasez de agua, pudiera no ser tan buena cuando se hace de forma indiscriminada, ya que puede producir o intensificar varios problemas como, agotamiento o hundimiento del acuífero e introducción de agua salada en el mismo.

Pozo. Contaminación antrópica aguas subterráneas.

Cuando el agua dulce del acuífero de una zona cercana a la costa se extrae más rápidamente de como se introduce en el acuífero, tal amenaza puede ocasionar una contaminación irreversible si no se detecta a tiempo.

Un ejemplo de contaminación, fue el acuífero número 74 del Camp de Tarragona en 1994. El acuífero que suministraba el agua potable de tres barrios de Valls quedó contaminado con una sustancia tóxica que causa trastornos gastrointestinales y problemas hepáticos y renales, mientras que a largo plazo puede provocar cáncer.[4]

Se pueden tomar distintas medidas, unas, para frenar la sobreexplotación e impedir que se terminen agotando las reservas de agua dulce existentes en los acuíferos y otras, cuyo objetivo es depurar el agua ya contaminado.

Para ralentizar el agotamiento de las aguas subterráneas se pueden tomar las siguientes medidas:

No plantar especies de consumo intensivo de agua en zonas secas.

Desarrollar variedades de cultivo que requieran menos agua y sean más resistentes.

Desperdiciar menos agua de riego.

Para depurar el agua ya contaminado:

Desalinización: remoción de sales disueltas en las aguas subterráneas ligeramente saladas.

Debido a lo costoso, en términos económicos y de tiempo y esfuerzos, de depurar las aguas ya contaminadas, se considera que el único procedimiento eficaz es evitar la contaminación por varios procedimientos:

Controlar los acuíferos próximos a vertederos y a depósitos subterráneos.

Exigir sistemas de detección de fugas para los depósitos, nuevos y existentes, empleados para almacenar líquidos peligrosos.

Exigir un seguro de responsabilidad civil para depósitos subterráneos, nuevos y viejos, utilizados para almacenar líquidos peligrosos.

Prohibir, o regular más estrictamente, la eliminación de residuos peligrosos en pozos profundos de inyección y en vertederos.

Almacenar los líquidos peligrosos sobre la tierra, en depósitos con sistemas para detectar y contener cualquier filtración.

Además para que la utilización del agua sea más sostenible en el futuro es necesario contar con un plan integrado que regule el empleo del agua, el tratamiento de las aguas residuales y la contaminación entre todos los usuarios de una cuenca hidrográfica.

Gestionar la contaminación del agua exige volcarnos en la prevención de la contaminación: reduciendo la fuente, reutilizando el agua residual en vez de verterla y reciclando los contaminantes.

Aunque algunas de las medidas dependen de planes integrados en ayuntamientos, el no desperdiciar agua es un hábito a integrar en la vida diaria de cada ser humano del que todos somos responsables.

Las aguas subterráneas son una proporción importante del agua dulce disponible en la Tierra.

Debido a su difícil accesibilidad a ella, una vez contaminada es muy difícil de depurar, por ello es más económico en términos de tiempo y dinero centrarnos en evitar su contaminación.

Si bien es cierto que la gestión del agua a nivel global es muy importante, el control de la contaminación y el despilfarro de las aguas subterráneas, sólo se logrará si individualmente nos comprometemos a modificar nuestra forma de vida y utilizamos de manera eficaz el agua estrictamente necesaria.


[1] Introducción a la ciencia Ambiental, desarrollo sostenible de la Tierra. Un enfoque integrado. 5ª Edición. Editorial Thomsom. Tema 10

[2] Medio Ambiente. Problemas y soluciones. José F. Llorens Benito. Tomo 5. Editorial Un Gall. Pág. 55

[3] Introducción a la ciencia Ambiental, desarrollo sostenible de la Tierra. Un enfoque integrado. 5ª Edición. Editorial Thomsom. Tema 10

[4] Medio Ambiente. Problemas y soluciones. José F. Llorens Benito. Tomo 5. Editorial Un Gall.

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